1 de mayo de 2015

Consideraciones en torno a la novela histórica


Asistí ayer en la Casa de América, en Madrid, a la inauguración del ciclo sobre novela histórica que trató en esta primera sesión de la obra del insigne escritor mejicano Fernando del Paso titulada: Noticias del Imperio, que ha sido calificada como la mejor novela mejicana de los últimos 30 años. 

La breve presentación del ciclo fue realizada por D. José Antonio de Ory, Director de Programación de la Casa de América. Tras un breve saludo, que desde Méjico realizó Fernando del Paso, la mesa redonda estuvo a cargo de los escritores D. Pablo Raphael y D. Carlos García Gual.

El primero habló de la trayectoria literaria de Fernando del Paso, situando al autor en su contexto y destacando la gran categoría literaria de sus novelas. El segundo, ha hablado sobre su obra Noticias del Imperio y sus características. El tema central de esta obra literaria es la crónica del efímero imperio mejicano de Maximiliano de Habsburgo que tuvo lugar entre 1863 y 1867 y que acabó con su fusilamiento. La voz central de la novela es la de quien fue su esposa, Carlota de Bélgica, aunque hay muchas otras voces que dotan a la obra de un trasfondo trágico, mezclándose diferentes épocas del pasado con distintos personajes. Finalmente ha sido presentado un documental sobre la trayectoria vital de Fernando del Paso, centrado en su vida familiar y profesional.

Sin embargo, la parte más interesante ha sido la intervención final de algunos asistentes que han opinado sobre lo que debe ser o no debe ser una novela histórica. La más acertada ha sido la de quien ha opinado que la novela histórica debe ser rigurosamente histórica, pudiéndose novelar todo aquello que no se puede documentar, opinión que comparto. A pesar de ello, es demasiado frecuente ver novelas históricas que desvirtúan los episodios históricos que ya han sido documentados por los historiadores, inventando momentos y trayectorias vitales de sus protagonistas que nunca tuvieron. Un caso demasiado frecuente en los últimos años, es el de las novelas históricas sobre D. Blas de Lezo que le sitúan con su familia en Cartagena de Indias, cuando en realidad no fueron con él. El peligro de que estas informaciones se difundan entre la sociedad es muy alto, debido al gran número de ejemplares que se suelen vender de estas novelas. 

Porque hay escritores, que sin ser historiadores de profesión, nos han dado a conocer la historia, como Benito Pérez Galdós, que en sus 46 volúmenes de los Episodios Nacionales, nos dejó una visión completa de la vida española del siglo XIX, con gran valor histórico y ajustándose a la exactitud de fechas, personas y lugares. Por esta razón, ha habido autores como el periodista y crítico literario español  Eduardo Gómez de Baquero que ha calificado a Pérez Galdós como el mejor historiador de la sociedad española del siglo XIX, sin haber escrito libros académicos de historia.

En mi opinión, quienes desvirtúan la historia, teniendo la obligación de documentarse antes de escribir una novela histórica, y muchas veces movidos no por la ignorancia sino por el sensacionalismo que persiguen con sus novelas, pueden ser tenidos como falsificadores de la historia y en relación a esto, quisiera transmitir un pensamiento del también literato y periodista español Francisco Flores García, quien hace poco más de 100 años escribía: 

“[…] Hay falsificadores de la Historia que debían de ser  perseguidos con el mismo rigor que los monederos falsos, y aun con mayor severidad, a ser posible, teniendo en cuenta que éstos producen un daño pasajero y aquéllos pueden producir un error perdurable, y que tal vez es más grave el perjuicio ocasionado a un país en su instrucción y en su cultura, que el que momentáneamente se le puede hacer en sus intereses materiales.

Un vez lanzada a la publicidad la especie falsa, el vulgo se apodera de ella sin indagar su origen, y, como pase algún tiempo sin la oportuna rectificación, la santa rutina viene a sancionar el error propalado, y ya es empresa difícil, poco menos que obra de romanos, el volver al punto de partida restableciendo la oculta verdad.”

La Ilustración española y americana, 28/2/1913, pp. 16-18.